IV
Y ese peligro inminente llegó de manera silenciosa. Tres o cuatro puntos de luz azul delataron la posición de sendas H*A*D*A*S. Diez de ellas habían acompañado a los gatos como medida desesperada para no perder la conexión con los prófugos. Tres se quedaron sin energía, tres más fueron absorbidas por dispositivos semiinteligentes al servicio de diversos pueblos de Gente y Animales, así que sólo llegaron cuatro, de las cuales, una operaba de modo errático, pero las tres restantes eran más que suficientes para su completar su trabajo.
Hicieron un barrido rápido de la zona y descubrieron dos posibles contrincantes para los Gatos. Una partida de cazadores de carne formada por 40 individuos armados y experimentados, y dos O*R*C*O*S que regresaban al lejano Poniente luego de cumplir alguna misión.
Las H*A*D*A*S cambiaron sin problema alguno las órdenes de los O*R*C*O*S y negociaron con los cazadores de carne que esperaran nuevas órdenes.
Los dos organismos genéticamente renovados irrumpieron el círculo de paz de los Gatos con extraordinaria violencia, pero sin hacer demasiado ruido. Eran sigilosos, pero los oídos de los fugitivos alcanzaron a percibirlos segundos antes que descargaran sus armas y lograron moverse, de tal manera que sólo quedaron con algunos pelos chamuscados, y Blanco perdió dos centímetros de cola.
Rápidamente, los O*R*C*O*S lograron dividir el grupo atacado. Blanco se enfrentaba solo a una de las criaturas y Listado y Negro a la otra. El estilete de cerámica de Listado se enterró en los ojos de su enemigo, mientras que Negro con una espada de acero cortaba los tendones de los talones de ambas piernas del atacante, que cayó al suelo, no sin antes detonar una granada de plasma. Los gatos esperaban esa respuesta, ya que los O*R*C*O*S no son muy inteligentes y tienden a seguir patrones de fuerza bruta, por lo que habían saltado hasta las ramas superiores de un árbol.
Una pequeña estrella nació del interior de la granada, creció hasta alcanzar unos 10 metros de diámetro, y vaporizó todo lo que estuvo a su alcance. Los gatos polarizaron sus ojos para no deslumbrarse, y rápidamente buscaron a Blanco.
Al Gato herido no le estaba yendo tan bien. Aunque había acuchillado repetidamente al O*R*C*O*S, ninguna de las heridas había sido severa y como los modificados no sufrían dolor, no mermaban en absoluto su capacidad combativa y, lo peor, Blanco sufría una extensa, aunque no muy profunda, quemadura en el pecho, y le sangraba la herida de la cola.
Sigilosos, Listado y Negro saltaron a la espalda de la creatura, clavaron al mismo tiempo sus armas en la base del cuello, lo que le restó el impulso necesario para dar el golpe final a Blanco, quien aprovechó el momento y acometió con una espada ancha y plana el cuello dañado del O*R*C*O*S hasta separar la cabeza del cuerpo.
Los Gato se miraron uno a otro, buscando heridas o parásitos que les pudieran haber dejado los organismos renovados, pero no encontraron gran cosa. Sin mediar palabra, prepararon sus armas de fuego y aguardaron.
V
Los cazadores de carne cayeron sobre ellos disparando y gritando. Los Gato barrieron la primera oleada de atacantes sin ningún problema. Los restantes, como siempre los más experimentados, se habían quedado atrás y buscaron posiciones desde las cuales pudieran hostigar a un enemigo mucho menor que ellos.
“Fue un ataque muy débil” –susurró Blanco mientras se aplicaba un ungüento sobre sus quemaduras. “Sólo quieren hacernos perder tiempo, es una táctica desesperada de las malditas H*A*D*A*S”, sentenció Listado, quien se masajeaba el hombro herido”.
“Puede ser”, aseguró Negro, quien fijaba la posición de uno de los enemigos con la mira de su rifle y lo abatía a casi dos kilómetros de distancia. “Puede ser”, siguió murmurando mientras buscaba otro blanco.
“Debemos buscar cómo salir de esta trampa, no tardarán en enviarnos horrores voladores, D/R/A/G/O/N o algún guerrero más inteligente que estos estúpidos”, sentenció Listado.
Algunos cazadores de carne se habían acercado y estaban muertos. Otros más habían sido alcanzados por Negro. Sin embargo, aún quedaban vivos unos 20, los más duros.
Absortos como estaban, no vieron las libélulas gigantes que se posaron encima de ellos y sus enemigos. Ni sintieron, hasta que era demasiado tarde, las redes inteligentes que caían sobre ellos, los atrapaban firmemente, y los subían hacia los insectos voladores. Lo que sí pudieron observar fue el fuego que caía sobre los cazadores de carne y los reducía a cenizas.
Luego, los tres Gato perdieron el sentido.
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