jueves, 4 de febrero de 2021

El maestro acongojado

 

Por Gabriel Páramo



Un profesor universitario se enferma. Uno más de los miles que viven en la precariedad que ha llevado, y en esto sí tiene la razón López Obrador aunque no haga nada por remediarlo, la insistencia en políticas neoliberales en México.

Update México, 23 de septiembre 2020 https://updatemexico.com/destacadas/el-80-de-profesores-universitarios-padece-precariedad-laboral/e

"Cercadel 80 por ciento de los profesores        universitarios en México padecen                    precariedad laboral, indicó Arturo Ramo,        representante en México de la Coalición          de Trabajadores Académicos Precarios            (COCAL, por sus siglas en inglés).

"La precariedad laboral afecta la calidad        de vida del personal docente y el                    desarrollo de los países estimó el activista y académico al anunciar el Décimo Cuarto Congreso de la COCAL que se llevará a cabo en el Sindicato Único de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Querétaro en el año 2020.

“Un profesor que tenga estabilidad laboral, reconocimiento académico, condiciones de equidad se convierte en un factor que permite el desarrollo de las instituciones y pero fundamentalmente de las naciones”, apuntó. 

"Esquemas de contratación como los honorarios, que colocan a los docentes como prestadores de servicios y no como trabajadores de las universidades, orillan a los docentes a 'realizar las mismas tareas en diferentes instituciones' o incluso completar su jornada laboral 'con actividades que nada tienen que ver con su desarrollo profesional'. 

"Y es que, indicó el especialista, un estudiante no solo requiere una cátedra sino también acompañamiento permanente en asesorías, tutorías y actividades que complementan la formación". 

El profesor se enferma y tiene que recurrir a sus ahorros, a su tiempo y a la comprensión de sus jefes, porque en la práctica sus derechos laborales son mínimos. También debe recurrir a la solidaridad impresionante de sus alumnos de universidad pública (reconoce que gran parte de su carrera docente ha sido en instituciones privadas) que en realidad lo asombra y enternece.

Calidad educativa como precarización laboral: Edgar Daniel Ayala Torres, Universidad Autónoma de Tlaxcala https://www.redalyc.org/jatsRepo/270/27059273004/html/index.html

"En América Latina se dio un fenómeno general, una relación entre modelo económico, modelo ideológico e impacto con la realidad, lo cual afectó a varias de las diferentes estructuras que conforman la sociedad, puesto que se construyó una conceptualización, una instrumentalización y una ejecución del modelo neoliberal desde la década de los ochenta hasta la actualidad. En diferentes escenarios, este modelo se adaptó a los países latinoamericanos en su forma, pero guardando el fondo, a partir de la primicia: el mercado por encima del Estado. En este apartado, se realiza un análisis conceptual a partir del caso de México, mediante la reforma educativa de 2013, donde el neoliberalismo generó políticas públicas y reformas estructurales. Estas fórmulas fueron probadas como ensayo-error, en algunos países como Chile, Colombia y Brasil.

"La precarización laboral es solo una de las muchas desregularizaciones que ocurrieron en la transición del Estado de bienestar al Estado neoliberal."

El profesor va de un médico a otro. Empieza por los baratos porque, y la visión del presidente también acierta aunque no se comprometa, la medicina nacional está desvencijada. Empieza por lo que en redes sociales han dado en llamar “la seguridad social de los precarios” y va escalando, porque los males no saben de pobreza y requieren de especialidad.

Informalidad, precariedad laboral y falta de seguridad social, impiden disminuir contagios de Covid-19, María del Pilar Martínez, El Economista, 5 de mayo de 2020.

https://www.eleconomista.com.mx/empresas/Informalidad-precariedad-laboral-y-falta-de-seguridad-social-impiden-disminuir-contagios-de-Covid-19-20200505-0062.html

"Dada la conformación del mercado laboral mexicano, en donde hay una alta informalidad; las condiciones críticas de empleo en aumento, y no se otorga seguridad social a los trabajadores, impiden disminuir los contagios y por ende el tiempo en que durará la pandemia de coronavirus en el país, expusieron investigadores y especialistas en la mesa 'Contexto mundial de la crisis y el mercado de trabajo' organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

"Hay una correlación entre 'la reducción de la movilidad y la tasa de mortalidad; entre más reducen la movilidad la tasa de mortalidad va cayendo, y se ha reportado un efecto positivo en la paralización de las actividades económicas; no obstante, con una mayor informalidad, hay mayor tasa de contagios. Considerando las condiciones críticas de empleo, que no es otra cosa que la precariedad laboral aumenta la propagación de los contagios de Covid-19, e incluso nos lleva a que si el confinamiento tiene que durar más es por  estas condiciones del mercado de trabajo', dijo Carlos Alberto Jiménez-Bandala, de la Universidad La Salle".

El profesor se angustia, porque no solo el dinero no alcanza, sino que la pandemia se agudiza y el ISSSTE, que tan buen servicio tiene en internet, no tiene citas para gente como él y hay que esperar, sin importar si se acaban los contratos interinos o no y las quincenas se convierten en meses.

Pacientes de enfermedades crónico-degenerativas, sin medicamentos y sin citas en el ISSSTE, por Gabriel Soriano, Tomado de lja.mx, de Aguascalientes, 4 de agosto de 2020.

https://www.lja.mx/2020/08/pacientes-de-enfermedades-cronico-degenerativas-sin-medicamentos-y-sin-citas-en-el-issste/ 

"Pensionados y jubilados denuncian que en el ISSSTE también hay un desabasto de medicamentos destinados al tratamiento de enfermedades crónico-degenerativas y se han reprogramado las citas para la atención de jubilados con meses de diferencia, retrasando así que sean canalizados a otras áreas más especializadas. Dicen entender la situación por la que pasan los hospitales debido a la pandemia del Covid-19, pero piden que no se descuiden a los enfermos crónicos.

"Son constantes las quejas que hay en las distintas instituciones de salud debido a la falta de medicamentos. Aunque las voces que más han sonado son la de familiares de pacientes con cáncer, la realidad es que son más claves las que siguen haciendo falta en las farmacias, incluso en medicamentos destinados al tratamiento de enfermedades crónico-degenerativas.

"En el caso del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste), el Comité Estatal de la Coalición de Jubilados y Pensionados señaló que en gran parte de enfermedades crónico-degenerativas no ha habido un abasto suficiente de medicamentos pues estos se reparten minutos después de que llegan. 

"María de Jesús Rangel Velázquez, miembro del Comité, denunció que en el hospital también se está rezagando la atención a los pacientes para darle seguimiento a sus enfermedades ya que se les continúa reprogramando sus citas hasta por medio año.

“'Si ahorita, en tiempo de Covid-19, no deben tampoco descobijar la atención a pacientes de tercera edad que padecemos enfermedades crónico-degenerativas', señaló la profesora jubilada.

"Comparado con el costo de medicamentos de cáncer, los destinados al tratamiento de estas enfermedades son menores. Sin embargo, Rangel Velázquez puntualizó que las pensiones que reciben los maestros son raquíticas y que apenas alcanzan para el día a día: 'Esta crisis de desabasto no tenemos por qué pagarla los derechohabientes'. Medicamentos destinados al tratamiento de la artritis reumatoide, diabetes, hipertensión arterial son los que están faltando.

"Uno de los jubilados dijo que está en espera de que sea canalizado a una atención de tercer nivel debido a que ya ha presentado problemas en los riñones debido a que por años ha tomado medicamentos para el tratamiento de la radiculopatía lateral derecha".

Por si fuera poco, el profesor universitario se preocupa. Su muy de izquierda, y deteriorado, corazón no quiere que las críticas al gobierno de la 4T se interpreten como espaldarazo a la derecha, pues además de sus males, el profesor está preocupado por el resurgimiento del fascismo en el mundo y, en particular en México.

Si antes fue El maestro equivocado, el profesor universitario enfermo sería ahora El maestro acongojado.

domingo, 13 de septiembre de 2020

 

Reflexiones sobre un regreso a clases nada normal

Para Valentina Páramo

 

Por Gabriel Páramo

 

I

Regresar a clases en tiempos de pandemia es uno de los mayores retos que como sociedad enfrentamos en estos días. Para empezar, significa encararnos a algo nuevo, a algo que no habíamos visto en nuestras vidas. Los tiempos post y durante pandemia son inéditos y la campaña de “regresar a la nueva normalidad” se ubica en el mismo plano de “tu perrito ahora juega con otros perritos en una granja enorme” o “tu abuelita te mira desde el cielo”. Suena bonito, resulta esperanzador, pero es falso y encubre una realidad mucho más siniestra.

Creo que la vida urbana, como la conocíamos antes, está sufriendo un cambio brutal. A lo que “regresaremos” es a un nuevo mundo, diferente y más complejo, un nuevo mundo al que seguramente nos adaptaremos y, con el tiempo, tal vez obtengamos beneficios, pero de momento el resultado son pérdidas.

II

La pandemia nos tomó mal preparados. Un sistema de salud desecho, una economía deteriorada y poca confianza en nosotros como sociedad. En el ámbito educativo por supuesto la situación es similar. A millones de niños y jóvenes en edad escolar que no asistían a la escuela, o lo hacían en condiciones deplorables, sumaremos el hecho de la necesidad de la educación a distancia. Simplemente, no estamos preparados tecnológicamente para ella, pero es necesario emplearla.

Cierta universidad pública que estimo pide a sus aspirantes que se aseguren de tener una conexión suficiente y estable durante el proceso del examen de selección. Dejando aparte la gran cantidad de gente que no tiene acceso a ningún tipo de red, pedir que los aspirantes se responsabilicen de eso es como pedir a la gente que no se exponga a ningún agente cancerígeno en toda su vida. Simplemente es algo que está fuera del control no solo de los individuos, sino de muchas instituciones en el actual modelo social.

Las universidades carecen, en su mayoría, de redes suficientes y confiables. Los individuos también y no me imagino pidiendo a Telcel o al maléfico Soros que por favorcito no sean gachos y de perdida cumplan con el servicio que estén pagando y que la red no se caiga o satura mientras hacen su examen.

III

Por otro lado, tenemos el mismo regreso a las aulas. Los planes de sana distancia suenan bien bonitos precisamente por su irrealidad. Salones con poquita gente, separados, con limpieza profunda después de clase, áreas ventiladas… cuando la mayoría de las escuelas carecen de papel de baño o jabón.

Conozco gente inteligente, preparada y sensata que ha decidido que sus hijos e hijas dejen de estudiar en los sistemas escolarizados al menos durante el siguiente ciclo escolar. Los jóvenes seguramente podrán aprender mucho por su cuenta, pero por desgracia no tenemos un sistema educativo que valore esos conocimientos. O en la escuela o fuera de ella.

Creo, también, que es momento de reflexionar acerca de las prisas por volver a las escuelas y de darnos cuenta que lo educativo no es el único factor. En un país donde los sistemas de apoyo a las familias, si no son internos (familiares), no existen, las escuelas son también el lugar donde los hijos pueden estar al menos durante parte de las largas horas de trabajo y traslado de padres y madres. No es la función de las escuelas, claro, pero es la realidad.

lunes, 25 de diciembre de 2017

El Sol, segunda parte


“…si semos hijos,
no entenados de la Patria…”
Soy zapatista del estado de Morelos (Marciano Silva)


Como hace tantos años, Tlaltizapán me sigue pareciendo el Sol, que ahora se concentra en el crucero de Cuatro Caminos. Emiliano Zapata, ubicuo en el pueblo que fue su cuartel general, mira desde su pedestal a los empleados de la gasolinería, a los del Oxxo, a los del Banco Azteca, y seguramente piensa que hizo falta más revolución para liberar a esos jornaleros del servicio al cliente. Le pregunto a Laura, la empleada de rojo, chamarra y cara de absoluta fatiga, si van a trabajar mañana (25 de diciembre) y me responde que mañana y todos los días, turnos de 24 horas si faltan los compañeros, y ahora más, que la gente viene a comprar y comprar.

Las empleadas se despiden de Valentina, a quien han visto crecer; salimos a los invernales treinta y tantos grados morelenses (adentro de la tienda han de estar como a 15 grado, para descanso de los asoleados semituristas llegados de la Ciudad de México, Chicago o Saint Louis, muchos nacidos por acá, pero aclimatados por allá) y vamos al banco, que está repleto, sobre todo de gente que va a retirar las remesas navideñas que les mandan “del otro lado”. Los empleados también trabajarán, desde las 10, al día siguiente; mientras, hay que seguir trabajando duro, para que los dueños sigan disfrutando de un nivel de riqueza que ni los millonarios porfiristas soñaron. Los negocios familiares, salvo los de comida, avisan que cerrarán el 25.

Como desde el teclado puedo ver el futuro, sé que hoy y mañana estas carreteras llenas de hoyos porque el presidente municipal (priista) es un ratero, pero la gente ya sabía y a pesar de todo votó por él, estarán repletas de vehículos mal manejados, con placas de Guerrero, DF, EdoMéx o Morelos: demasiada cerveza para estas carreteritas, este calor y este sol. Además, decenas de balnearios populares añaden su cuota de peligro al camino, pues la gente que deambula asoleada por la orilla de la carretera –sería burla llamarlo acotamiento– de repente aparece frente al auto, o frente al camión cañero, pues estamos en plena zafra invernal.

El tianguis, ahora es lunes 25, en el centro de Tlaltizapán está tan vivo como siempre. No hay central de abastos y el mercado municipal era y sigue siendo un mugrero pequeñito y oscuro, donde se vende la mejor carne del estado y un pollo  por el que los milennials pagarían bastante si en lugar de ponerlo amontonado sobre la base de piedra del mostrador, lo etiquetaran como gluten free, organic, raised in farms y otras cosas absolutamente normales en los pueblos, pero que en inglés, y recomendadas por alguna celebridad del show bizz, les saben mejor.

Voy de regreso a uno de los Temilpas. El olor a cecina y el sonido de la orquesta de viento que se cuelan de casas y centros comunitarios me recuerdan que estoy acá mismo, en uno de los centros de la ya más que centenaria revolución, pero con caudillos aún vivos, como me lo hace ver Vale cuando digo que mi General, en la estatua de Cuatro Caminos, me parece gordito:

“Mira, mamá, lo que dice mi papá; dile que Emiliano se va a enojar”, me acusa la bisnieta de generales zapatistas.

Estrellas surianas

Una noche mirábamos el cielo lleno de estrellas de Guelache. "Esas que se ven casi en el centro forman El Soplador", me dijo señalando hacia lo que yo conocía como Orión desde que mi mamá me mostró las constelaciones.

"¿Por qué Soplador?", pregunté con ese tono tan “occidental” que me sale a veces, y --¡ay de mí!-- empecé con una disertación: “Se llaman…”. Me observó como siempre, con asombro y un poco de lástima por desconocer yo asuntos tan elementales, y me explicó con cuidado, con delicadeza incluso, que se trataba de la imagen de un soplador para las brasas. "Como el que usamos todos los días para avivar la lumbre, pero de palma".

Seguimos viendo el cielo en silencio Ahora, años después y desde otro sur, miro esas mismas estrellas que desde esa noche tienen sabor a tortillas, quelites y frijoles negros recién hechos.


martes, 6 de diciembre de 2016

Sendero

Húmedo, frío, nebuloso, como siempre; el sendero, casi borrado por el bosque, también como siempre oculta peligros mundanos y mágicos. Ahora, y esto es nuevo, los helechos están manchados de rocío de sangre. Las gotas rojísimas brillan alegres durante unos momentos antes de oxidarse y tornarse pardas. ¿Te has dado cuenta cómo salpica la sangre cuando sacudes la espada para limpiarla? 

Así se ven los helechos, pero por acá no hay espadas, ni cuellos. O al menos no debiera haberlos, están prohibidas en este bosque, aunque no estoy seguro de que todos hagan caso. Yo mismo desafío el tabú y, escondido en mi espalda, llevo un cuchillo largo, casi tanto como una espada pequeña, y casi tan mortífero. Difícilmente sobreviviría algún ladrón o lagarto si me atacaran; ahora que si la amenaza fuera de otro tipo, no estoy seguro de qué pasaría.

Como con las arañas, que se meten en tu mente y empiezan a horadar madrigueras y rellenarlas de seda para poner sus huevecillos. En los huecos empiezan a crecer, además de nuevas arañas, el temor, la frustración y la ira. El recuerdo de la mirada de desprecio de aquella amante que no olvidas, la forma en que tu madre prefirió a tu hermano al momento de repartir el pan, la manera en que tus amigos murmuraban de ti a tus espaldas...

Cuando las arañas te atacan, no te das cuenta de inmediato, sino cuando tomas el hacha y destrozas los cuerpos de esa amante, de la madre y tus hermanos, de tus amigos, que te saludan al regresar al pueblo y no puedes recordar porqué los mataste y solo te queda el cansancio en los brazos de tanto cortar y su sangre se mete en tus ojos. Si tienes suerte, tal vez te mates también a ti mismo; si no, seguramente los jefes de la aldea te exiliaran a las islas de ceniza y viento de sal y nieve, donde vagarás por la eternidad preguntándote por qué mataste a quienes querías.

Las arañas no son lo peor. También puedes encontrarte con el lagarto escamoso que te empezará a susurrar, sin que lo veas, la necesidad de irte quitando la ropa y dormir desnudo bajo los árboles milenarios, para que en la noche, bajen las hadas de dientes de acero y se alimenten con tu cuerpo cuidando de que tu muerte sea lenta y muy dolorosa.

Los árboles también susurran, en un idioma que no se entiende mucho, pero intuyes que hablan de un tiempo sin gente habitado por osos gigantescos y dragones, donde la luna de sangre iba preparando la historia de incontables dinastías de esforzadas personas que jamás lograrían cumplir sus anhelos, y piensas que están hablando de ti mismo, de quienes te precedieron y quienes te seguirán.


Casi desde el final del camino ves tu aldea; esperas poder encontrar un poco de calor y compañía allí. Un poco de guisado y una cama tibia y compartida, pero la villa está oscura y fría, con la marca de la muerte, y te das cuenta de dónde salió la sangre de los helechos del camino; también, empiezas a sospechar quién limpió allí su espada.

martes, 6 de septiembre de 2016

Un burócrata sueña

Desear poder forzar su cuello para destrozar con los propios dientes su garganta. Por más que se esfuerza es imposible, pero el deseo de hacerlo permanece y alimenta las fuerzas para intentarlo. Corre por el bosque rompiendo el pecho de los carneros, quebrando el espinazo de las vacas, dejando sin cabeza a los guardabosques; no hay límite para el daño que pueda hacer, siempre que no sea contra sí mismo. Así, la promesa de la luna llena es basura, no tiene sentido tanta fuerza, tanta furia, si no puede voltearse contra su origen.

Corre por el bosque y lo riega con sangre; llena los pinos de pedacitos destrozados de carne y hueso. Su aullido provoca abortos en pueblos lejanos y, dicen, el nacimiento de terneras con dos cabezas y seis patas. Con una zancada cruza torrentes y barrancas, pero su búsqueda es inútil porque su objetivo es inalcanzable. Corre toda la noche, y la noche siguiente, hasta que la luna deja de ser una perla grande y maligna en el cielo.


Entonces despierta. Adolorido y sediento, un burócrata que se quedó dormido en su coche al lado de la carretera. Amargado, harto de su rutina, escapa de vez en cuando para imaginar mundos diferentes. Lo único que le molesta es ese olor a hierro oxidado que queda en su cuerpo y el sabor a sangre que tarda muchos cafés, muchos cigarros y mucho enjuague en desaparecer de su boca.

miércoles, 1 de junio de 2016

Siberia



El viento arrastra nieve pulverizada y carbón que se pega a mi abrigo, a mi gorra, a mi mochila. Hace frío, mucho, y seguramente cuando anochezca será peor, y así por unos cuatro mil o cinco mil kilómetros. Estoy aquí, solo, esperando que llegue el último tren a Siberia.

Ya he estado allí y la detesto, pero en estos meses me he dado cuenta de que es el único lugar seguro para mí, y para los demás. Por eso, espero en esta estación casi abandonada a las afueras de un Moscú fuera del tiempo para llegar hasta las heladas tundras de la lejanía.

Llega el tren.  La máquina gruñe y bufa, se queja y por fin se detiene. El tren largo, de madera, viene de una época ajena. La nieve arrecia, pesa sobre los hombros; puntos de carbón encendido revolotean y amenazan meterse a los ojos.

Subo al vagón, me acomodo en mi compartimiento. El tren empieza a caminar. Atrás de mí, el último atardecer de la historia prende de rojos y amarillos el cielo y poco a poco va disolviéndose en el azul oscuro de la noche.

Ya voy camino a Siberia.