jueves, 21 de enero de 2010

De Evgueni Yevtushenko

Nosotros también tenemos una historia similar.

Adiós Bandera Roja nuestra

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Descendiste del techo del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como hace muchos años te izast
sobre el destrozado Reichstag,
humeante como la última bocanada de Hitler.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Fuiste nuestro hermano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
fuiste la esperanza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti ocultabas al gulag
repleto de cadáveres helados.
¿Por qué lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Acuéstate.
Reposa.
Recordaremos a todas las víctimas
engañadas por tu dulce susurro rojo
que sedujo a millones a seguirte como corderos
camino al matadero.
Pero te recordaremos
porque no fuiste tú menos engañada.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
¿Acaso fuiste sólo un trapo romántico?
Estás ensangrentada
y con nuestra sangre te arrancamos
de nuestras almas.
Por eso no podemos arrancarnos
las lágrimas de los enrojecidos ojos,
porque tú ferozmente
golpeaste nuestras pupilas
con tus pesadas borlas doradas.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Obtusamente dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre tu seda herida
y sobre nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia.
¡Eh, muchedumbre,
no pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago!

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Abre con fuerza el puño
que te aprisionó.
Trata de ondear algo rojo sobre la guerra civil
cuando los canallas intenten arrebatar
de nuevo tu pabellón,
o sólo los desahuciados
formen fila en busca de esperanza.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Te despliegas hacia nuestros sueños.
Ya no eres más
que una escuálida franja roja
en nuestra bandera rusa tricolor
En las inocentes manos de la blancura
en las inocentes manos del azul,
quizás aun tu color rojo
pueda ser lavado de la sangre que has vertido.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Cuidado nuestra nueva tricolor.
Cuidado con los tahúres de banderas
que quieren estrujarte entre sus dedos grasientos.
Pudiera ser que a ti también te
deparen igual sentencia
que a tu hermana roja:
ser asesinada por nuestras propias balas
que devoran tu seda como polillas de plomo?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
En nuestra ingenua infancia
mas al Ejército Rojo y al Ejército Blanco
Nacimos en un país que ya no existe.

Pero en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados.
Tú, Bandera Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado.
Prostituidos mercaderes te venden por divisas
Dólares, francos, yenes.
Yo no tomé el Palacio de Invierno del zar.
Ni asalté el Reichstag de Hitler.
Ni soy lo que llamarías un comunista.
Pero te acaricio, Bandera Roja, y lloro.

miércoles, 20 de enero de 2010

Amor eterno

Tienes cristales en la palma de la mano y no sabes, pero tampoco te importa, cómo llegaron allí. Los cristales están allí, te sonríen con esa mueca de depredador que es tan atractiva cuando afuera no hay más que la oscuridad y adentro sólo queda el desconcierto y el frío.

Cierras la mano. Fuerte, más fuerte que el dolor de las articulaciones, más fuerte que los huesos que amenazan con convertirse en sal. Cierras la mano. Los filos del vidrio cortan piel, músculos y tejido, liberan la sangre de su cauce prefijado y de repente todo cobra sentido.

La tibieza en la mano vale todas las sonrisas de la vida, la sangre es una amante, una compañera, una amiga que te reconforta, que te miente con esas mentiras que buscan los enamorados y que estamos más que dispuestos a creer.

Todo está bien, nada cambia, el amor es eterno… pero en el último momento, te das cuenta que nada es cierto, aunque ya es muy tarde.