viernes, 30 de julio de 2010

ONCE DE H*A*D*A*S

XI

“¿Buena idea?” leyó Listado en los labios de Negro, pero no hizo ningún comentario. La reunión se estaba diluyendo entre las interminables muestras de socialización que tanto gustaban a los Perro y que los Gato aprovecharon para retirarse.

Una vez fuera, Negro le preguntó a Listado una vez más por qué le parecía buena idea: “Es una pésima idea, los Perro no son buenos guerreros ni confiables. Ya sabes que siempre estarán del lado del Humano y todo lo tienen que hacer en grupo...”

“¡Silencio!” --siseó Negro. “Dije que era buena idea y eso es. Además, todo lo que dices no son más que tonterías y molestarás con ello a nuestros aliados pues, por si no lo recuerdas, son capaces de oler tu desconfianza antes incluso de que te des cuenta que la muestras”.

Negro se cayó de inmediato. El peso de la autoridad de Listado era absoluto. Y también obedeció, pero no por eso dejó de tener dudas. Blanco observaba todo mientras se limpiaba las uñas y se lamía los brazos, algo que generalmente ya no se consideraba dentro de los buenos modales de los Gato, pero que tendían a hacer cuando estaban muy nerviosos o desconcertados.

“Los Perro fueron una de las primeras razas en alcanzar la conciencia gracias al desarrollo de las aplicaciones del Genoma Primordial. Es cierto, siempre fueron favoritos de las personas, incluso antes que hubiera Humanos, pero también les guardan algún rencor; muchos de ellos tienen grabados en el cerebro recuerdos compartidos de hambre, golpes y degradación”, explicó Listado.

“Cierto, fueron los primeros en separarse de los Humanos”, anotó Blanco, visiblemente más tranquilo.

Los tres Gato recordaban la partida de los Gato del Libro de Margarita:

Los perros decidieron dejarnos. Mustios, temblorosos, rehuyendo el contacto, pero firmes, nos avisaron que les dolía mucho, pero que se iban a las montañas, al desierto o a cualquier otro sitio en el que no hubiera tanta agua. “Tenemos hongos en las uñas y algas en los ojos”, aullaron antes de irse.

Ellos al menos se despidieron. Los gatos, los borregos y las vacas desaparecieron una noche; los caballos, los chivos y los pollos se fueron al día siguiente. Nadie aguanta la lluvia… salvo los peces y los pájaros, quienes ahora juegan juntos a dar vueltas en el agua y en el aire.

“El resultado de la guerras en las que se emplearon los últimos TR011”, sugirió Negro. “Al menos, hasta ahora”, apuntaron al unísono los otros dos Gato.

Los Perro salieron en orden. Al frente, Gata Anciana Alfa se dirigió a los Gato:

“Hermanos, les presentaré al grupo que los acompañará. En primer lugar, Patas Blancas Perra Alfa Guerrero”, señalando una muy alta Perro negra con los extremos de manos y pies blancas. “Listo --dijo la aludida con voz firme--. Pueden llamarme Jefa”.

“Sigue Patas Grandes Perra Beta Apaciguador, a quien ya conocen”. Una Perro de estatura baja para los estándares del Sistema, pues apenas sobrepasaba 1.85 metros, dio un paso al frente. Era rechoncha, y el pelaje que cubría toda la parte visible de su cuerpo era amarillo, blanco y negro. “Díganme Estrella”, pidió la Perro.

“Después, Hocico Suave Perro Beta Buscador”, fue la presentación de un Perro muy delgado, de nariz prominente y ojos nerviosos. “Soy Rex”, les dijo.

Los siguientes son Orejas Cortas Perro Beta Aprendiz y Orejas Largas Perro Beta Aprendiz. Dos Perro prácticamente idénticos se pusieron alertas. “Somos hermanos”, afirmaron al mismo tiempo. “Dígame Lutz”, pidió uno; “y a mí Flex”, solicitó el otro. “Y, por favor, no nos confundan”, rieron al unísono.

La presentación les pareció excesiva a los Gato, poco familiarizados con el barroquismo de los animales sociales, pero escucharon y saludaron con atención.

Luego, Listado y Perra Alfa se alejaron del grupo y platicaron largo tiempo.

miércoles, 28 de julio de 2010

X de H*A*D*A*S

X
“Sabemos que ustedes tienen una misión --empezó la anciana Perra Alfa Superior-- pero lo que ustedes ignoran aún es que su misión forma parte de un conjunto mucho más grande que afecta no sólo Fantasía, sino todos los sistemas colonizados por el Genoma Primordial.

“Después de milenios de crecimiento y relativa armonía, todos los sistemas empiezan a decaer, a ser absorbidos por el creciente caos. La entropía llega a su fin y eso significará sólo una cosa…”

“¡Muerte!” –visualizó Listado.

“Sí, muerte, pero antes decadencia, sufrimiento y el triunfo del mal”, agregó Perra Alfa.

“En algunos lugares esto ya es totalmente visible. Las brujas se han fortalecido, las creaturas TR011 proliferan y han despoblado de Gente amplias zonas”, continuó Perra Alfa.

“Como las moscas”, interrumpió nervioso Amarilla Perra Alfa-Guerrera. “Como las moscas”, murmuraron los demás perros mientras lanzaban nerviosas tarascadas al aire y movían sus colas.

“¿Qué pasa con las moscas?” –preguntó Negro. “Son asquerosas y molestas, pero no son más que insectos”.

“Así es, son insectos --retomó Perra Alfa--, pero modificados…”

Los gatos se pusieron en alerta. Durante mucho tiempo las diferentes razas Animal y Humano habían convivido en armonía, pero siempre se trataba de mamíferos. Existían algunas razas de aves, como los Cuervo, pero eran demasiado extrañas para los demás y todos preferían que se mantuvieran alejadas, pero nada más, ni peces, ni reptiles, y mucho menos, insectos, eso había sido siempre un tabú.

“A menos que las modificaciones no sean hacia los genes humanos”, sugirió Blanco.

“Efectivamente, son creaciones TR011, las antiguas y míticas armas vivientes que se emplearon en las primeras fases de la reconstrucción de los sistemas, pero que han adquirido dinámicas propias, además de que las brujas están lanzando nuevas pestes a los ecosistemas”, explicó Hocico Negro Perro Gama Consejero. “Hemos estado investigando y realmente estamos asustados”.

“Además, tenemos narraciones de viajeros”, informó Patas Grandes Perra Beta Apaciguador. “Escuchen…”

Se abrió una ventana holográfica. Un narrador Humano comenzó a hablar:

Una vez más, los dioses que no se nombran han descargado su ira sobre hombres y animales. Sus huesos se blanquean en medio de un camino que ya nadie recorrerá, como recuerdo de la ira de los pequeños devoradores de carne, de las deidades únicas de este mundo sin esperanza.

Los dioses que no se nombran castigan a quienes los ofenden, y las ofensas pueden ocurrir de mil maneras. De pensamiento, palabra, obra y omisión. El castigo puede ser inmediato o demorarse, pero siempre llega y siempre es terrible.

Yo soy el narrador de historias. Canto de pueblo en pueblo todo lo que ocurre porque no puedo vivir en ningún lado. Fui desterrado hace muchos años y las leyes me impiden asentarme demasiado en algún lugar. No puedo echar raíces, no puedo establecerme; pero soy respetado. La gente me busca para saber qué pasa en otros lugares.

Ahora ya casi nadie viaja —es caro y peligroso hacerlo pues los dioses que no se nombran así lo han dispuesto—, pero la gente que habita esta mundo procede de razas de viajeros y sufren al tener que permanecer atados a un solo lugar. Su único consuelo son las historias, aunque sepan que la mayoría de ellas son falsas, construidas únicamente para su entretenimiento... además de que se pagan mejor que las narraciones verdaderas.

Nadie quiere escuchar de muertes y tristezas; de soledad y hambre; de castigos divinos y terrenos.

El nuestro es un mundo triste, húmedo y sofocante. Nuestro mundo es un lugar de desolación y sufrimiento. Nuestros pecados abrieron el vientre humeante de la culpa y atrajimos el castigo. Las moscas comen nuestra carne. Ellas son los dioses que no se nombran, los únicos dioses que merecemos.

Las moscas aparecen de improviso y se ciernen sobre toda creatura vivienta. Entran por la boca, la nariz, ponen huevos en los ojos, defecan en los oídos. Pueden comerse un elefante de carga en tres minutos. Las he visto derrotar partidas de Perro, de Gato, de Humano y de Chimpancé, las cuatro mayores estirpes guerreras, en segundos.

Las envuelve la nube negra de insectos y sólo quedan huesos y jirones de ropas. Y las armas…


La narración terminaba abruptamente.

Los Perro estaban cada vez más nerviosos, al grado de olvidar jerarquías y enzarzarse en breves peleas que los Apaciguadores casi no podían contener. Los Gato estaban perplejos.

“No sabíamos nada de esto, ni siquiera los Ancianos”, aseguró Listado.

“Puede ser –respondió Perra Alfa--. Por ahora, el fenómeno se da sólo en las zonas fronterizas de los mundos exteriores. Este fragmento de grabación costó mucho trabajo y la vida de toda una partida de buenos Perro. Los Cazadores de Carne los persiguieron por varios mundos, sólo un joven cabo sobrevivió lo suficiente como para entregar la grabación…”

“O sea, quieren mantenerlo en secreto”, opinó Blanco.

Todos coincidieron que era lo más probable.

“Por eso, hemos pensado que lo mejor será que los acompañe una cuadrilla de guerreros Perro en su viaje”, dictaminó Perra Alfa.

Negro y Blanco abrieron los ojos desmesuradamente y miraron fijamente a Listado, quien simplemente se limitó a decir:

“Es buena idea, lo agradecemos”.

miércoles, 21 de julio de 2010

H*A*D*A*S, SIGUE

VIII

Listado, Negro y Blanco estaban nuevamente en camino, pero ya no eran los mismos que cuando iniciaron su viaje. Habían cambiado y ahora tenían una misión. Físicamente eran iguales, tres Gato comunes, uno más viejo, dos más jóvenes, altos como todos los gatos y casi todas las demás razas, armados y ataviados con atuendos sencillos de combate.

Sin embargo, las diferencias con los de antes eran profundas. Blanco y Negro ahora veían a Listado no como el viejo regañón de antes, sino como un líder indiscutible. En los Gato la cuestión de liderazgo era muy compleja pues, por un lado, provenían de una larga estirpe de cazadores solitarios, pero por la otra, también tenían genes de cazadores gregarios, como los leones. Generalmente, sin embargo, no reconocían más liderazgo que el de alguna hembra vieja y sabia, pues cuando se trataba de machos, incluso el jefe más poderoso podía sustituirse fácilmente.

No tenían nada de la naturaleza social de los Perro y su intrincado sistema de castas y liderazgo, y mucho menos de Humanos o Monos, con sus pleitos interminables, trampas y bipolaridades absurdas que muchas veces los llevaban a no aceptar jefaturas legítimas en tiempos de crisis o a la cuasi adoración de líderes abyectos y sanguinarios.

Sin embargo, ahora los dos Gato jóvenes aceptaban sin dudarlo el liderazgo de Listado, quien sentía todo el peso y la soledad del mando. Él era consciente de su poder y de que ese poder podía llevar a la muerte a sus dos amigos.

Además, los tres sabían que tenían una misión. Ignoraban los detalles, pero tenían claro que debían acabar con las Brujas y su reino de maldad, que tenían que dar un solo golpe contundente y que no sólo la estirpe Gato dependía de ello, sino la felicidad de todo el sistema Fantasía.

Sabían, también, que estaban prácticamente solos.

IX

Caminaron durante 12 días por una llanura quemada por la lava de D/R/A/G/O/N. Todo estaba muerto y silencioso. En las noches, el viento alzaba nubes de ceniza, de día, los soles inundaban de luz el paisaje negro.

Se habían esmerado en darles caza.

Por fin, los Gato llegaron a un pequeño poblado, fuera de la destrucción de D/R/A/G/O/N. Olía a Perro, pero no les importo pues, contra todas las consejas populares, ambas estirpes no eran enemigas, por el contrario, habían convivido mucho tiempo y no sólo se conocían y toleraban sino que, incluso, se simpatizaban, por más que ningún Gato o Perro lo reconocería públicamente.

Llegaron a la plaza del pueblo en formación de triángulo, con lo que dominaban todos los acercamientos posibles.

No vieron a nadie y se acercaron a una pequeña fuente de agua cristalina. Dedicaron unos momentos para agradecer a la Madre Primordial sus dones y bebieron largamente. En eso estaban cuando se dieron cuenta que los observaban. Dejaron de beber y se pusieron alerta.

Saludos, hermanos”, escucharon que les decía una Perra anciana rodeada de una veintena de Perros jóvenes de ambos sexos, todos armados, todos listos.

Saludos, noble amiga”, respondió Listado. “Nos hemos detenido a beber un poco, pero en un momento partiremos”,

No hay prisa. De hecho, deseamos que sean nuestros huéspedes”, respondió la Perra.

Los Perro percibieron que los visitantes se negarían y los rodearon rápida y eficazmente.

Insistimos”, dijo la Perra.

Aceptamos”, concedió Listado.

domingo, 18 de julio de 2010

H*A*D*A*S, NUEVA ENTREGA

VII

Negro, Listado y Blanco despertaron casi al mismo tiempo. Estaban acostados sobre un piso de madera y pronto se dieron cuenta que había barrotes alrededor de ellos. Jaulas. “Nos atraparon los cazadores de carne”, susurraron temerosos Blanco y Negro. “No, no creo, esto es otra cosa. Aunque sean jaulas, están demasiado limpias y percibo que somos los únicos aquí que estamos encerrados”, opino Listado tranquilizador.

Los tres gatos se quedaron inmóviles. Escucharon que alguien se acercaba a ellos.

“¿Siguen dormidos?”, se escuchó una pregunta.

“Sí, aunque hace rato que debieron haber despertado”, se oyó la respuesta.

“¿Estarán heridos, enfermos? ¿Les habremos dormido demasiado? Ya ves que los gatos son muy delicados con esas cosas”, comentó alguien más.

Los gatos involuntariamente segregaron olores de intriga. “¿Enanos?”, preguntó Blanco.
“No, los enanos no existen”, aseguro vehementemente Negro. “Esa es una leyenda, un cuento para dormir cachorritos”.

“¡Silencio!”, ordenó Listado. “Ellos nos pueden oír”.

Efectivamente, los habían escuchado.

+++

“¡No somos enanos, somos humanos!”, rugió una voz decididamente de enano.

Los tres gatos se irguieron en la jaula. Su estatura superior a los dos metros era bastante mayor que la de sus captores. Además, esas barbas largas, esas voces y ese olor decididamente eran de enanos... o de algún otro ser mitológico.

“Somos humanos, los humanos primordiales de los que surgieron todas las demás razas como ustedes”, declaró un enano sin barba y todavía más bajo que el primer enano.

Los gatos trataron de lanzarse sobre ellos, pero no pudieron moverse. Estaban fijos en su lugar por algún hechizo que paralizaba sus sistemas nerviosos.

“Vamos a liberarlos porque necesitamos hablar, pero no deben atacarnos, sería inútil y entonces sí le provocaríamos dolor”, aseguró un tercer enano barbado.

Los gatos sintieron que sus músculos se relajaban y decidieron escuchar. Por sobre todas las cosas, eran extraordinariamente curiosos y esos seres pequeños les llamaban la atención.

“¿Humanos? --preguntó Negro--. ¡Vamos! Si los enanos son una fantasía, los humanos son menos que eso...”

“No es cierto --interrumpió Listado--. Los humanos existieron, pero creíamos que habían dejado los mundos de Fantasía hace mucho, mucho tiempo".

“¿Quiénes creían?”. preguntó Blanco.

“El Consejo de Ancianos de los Gato, claro”, aseguró Listado.

Negro y Blanco se miraron uno al otro llenos de asombro. Su compañero no sólo era un gato viejo más, era un Anciano, ¡y ellos siempre lo habían tratado como un gato más!

“Si ya terminaron de charlar entre ustedes, tenemos mucho que hacer y poco tiempo”, gruñó malhumorado el primer enano.

Rápidamente les contaron la historia. Los enanos, o humanos como ellos insistían en llamarse, efectivamente habían dejado Fantasía hacía mucho tiempo. Al fin y al cabo eran un pueblo de exploradores y había poco que buscar en el sistema. Sin embargo, aparentemente no todos se habían ido. Se quedaron algunos, quienes poseían los conocimientos de todos los encantos y procedimientos para crear terror.

Durante muchos años, se habían conformado con Fantasía, pero ahora querían expandirse a otros sistemas, y los humanos estaban dispuestos a ir a la guerra para impedirlo... pero no podían hacerlo directamente. Miles de tratados y conjuros lo impedían y además, estaba la Cláusula Secreta. No, definitivamente ellos no podían intervenir demasiado. De hecho, salvar a los tres Gato de la emboscada había sido una intromisión muy grande.

Lo que harían sería reacondicionar a los Gato, equiparlos y brindarles algunas ventajas para la larga marcha que tendrían que hacer para atacar al maligno centro de poder de las brujas. Sería una operación simple y sin mayor derramamiento de sangre.

“¿Y por qué habríamos de pelear las guerras que ustedes, evidentemente cobardes, no quieren pelear?”, preguntó beligerante Negro.

“Déjenos en paz, tenemos que proteger a los nuestros”, pidió Blanco.

“Hay muchas cosas que ustedes, los enanos, callan”, aseguró Listado.

“Efectivamente, hay cosas que callamos porque no podemos decirlas. Ustedes tendrán que descubrir por su cuenta lo que no podemos decir. Y no somos cobardes, al contrario, pero si nos enfrentamos con las brujas lo más probable es que desapareciera todo el Sistema de Fantasía, con sus tres mundos habitados, los 27 deshabitados y sus dos soles. No, esta guerra que también es suya, deben pelearla ustedes por el bien de todos”, explicó el segundo enano.

“Miren”, ordenó el primer enano.

Los tres gatos se acercaron a la ventana holográfica y vieron filas de gatos, mujeres, ancianos, niños, acarreados hacia las naves de los cazadores de carne, flanqueados por O*R*C*O*S, H*A*D*A*S y otras abominaciones. La ciudad de los gatos, al fondo, ardía.
Los tres gatos quedaron estupefactos.

“Esto está ocurriendo en el mundo Alicia en este preciso instante”, aseguró la enana.
Listado murmuró entonces uno de los cánticos del Libro de Margarita:

...y por fin entraron en la ciudad antigua, en la ciudad amorosamente construida y cuidada. arrasaron con las esculturas centenarias, se orinaron en los vasos sagrados, pisotearon los retratos queridos, vomitaron los recuerdos. no conformes, rasgaron la piel, laceraron las carnes y bebieron la sangre de la ciudad derrotada, hicieron escarnio de su antigua belleza, la despojaron de toda dignidad...

“Los ayudaremos, díganos que tenemos que hacer”, murmuró al final de la recitación. Negro y Blanco asintieron. “Sí, díganos qué hacer”.

martes, 13 de julio de 2010

H*A*D*A*S, sexta

VI

El sol era muy brillante y calentaba demasiado. A lo lejos se oía el mugido de algunos herbívoros y se detectaban claramente sus señales de alerta; las moscas se paseaban por la cara y el cuerpo del gato, pero no hacía ningún movimiento. Sabía que debía permanecer impasible para lograr cazar y sobrevivir.

El lugar estaba lleno de olores casi olvidados. Olía a hierba fresca, a estiércol y a sangre; también a luz, a lluvia lejana y a marcas territoriales de varios felinos: olía, también, a otra tierra, a otro tiempo.

De repente, sin pensarlo, surgido del fondo de millones de años de evolución, un insignificante movimiento captado en un rincón de su ojo izquierdo disparó el impulso y el gato lanzó todo su cuerpo hacia adelante, corrió rápidamente, saltó y cayó sobre el lomo de una cebra. Hincó sus colmillos en el cuello y el sabor de la sangre fresca inundó todas sus células. Mordió nuevamente y la cebra murió, mientras el gato arrancaba grandes trozos de carne y los tragaba eufórico.

A pocos metros, tres o cuatro buitres muy grandes lo miraban con sarcasmo. Muy pronto ellos también saciarían su apetito.

No obstante, el gato estaba inquieto, sabía que algo no estaba bien, que él no era así. Había dejado de cazar para alimentarse hacía muchas generaciones, la estrella de su mundo no era tan brillante como la que calentaba esa sabana, ni él caminaba en cuatro patas.

“Tal vez esté soñando”, pensaron al mismo tiempo Listado, Blanco y Negro, y siguieron durmiendo.

lunes, 12 de julio de 2010

H*A*D*A*S cuarta y quinta

IV

Y ese peligro inminente llegó de manera silenciosa. Tres o cuatro puntos de luz azul delataron la posición de sendas H*A*D*A*S. Diez de ellas habían acompañado a los gatos como medida desesperada para no perder la conexión con los prófugos. Tres se quedaron sin energía, tres más fueron absorbidas por dispositivos semiinteligentes al servicio de diversos pueblos de Gente y Animales, así que sólo llegaron cuatro, de las cuales, una operaba de modo errático, pero las tres restantes eran más que suficientes para su completar su trabajo.

Hicieron un barrido rápido de la zona y descubrieron dos posibles contrincantes para los Gatos. Una partida de cazadores de carne formada por 40 individuos armados y experimentados, y dos O*R*C*O*S que regresaban al lejano Poniente luego de cumplir alguna misión.

Las H*A*D*A*S cambiaron sin problema alguno las órdenes de los O*R*C*O*S y negociaron con los cazadores de carne que esperaran nuevas órdenes.

Los dos organismos genéticamente renovados irrumpieron el círculo de paz de los Gatos con extraordinaria violencia, pero sin hacer demasiado ruido. Eran sigilosos, pero los oídos de los fugitivos alcanzaron a percibirlos segundos antes que descargaran sus armas y lograron moverse, de tal manera que sólo quedaron con algunos pelos chamuscados, y Blanco perdió dos centímetros de cola.

Rápidamente, los O*R*C*O*S lograron dividir el grupo atacado. Blanco se enfrentaba solo a una de las criaturas y Listado y Negro a la otra. El estilete de cerámica de Listado se enterró en los ojos de su enemigo, mientras que Negro con una espada de acero cortaba los tendones de los talones de ambas piernas del atacante, que cayó al suelo, no sin antes detonar una granada de plasma. Los gatos esperaban esa respuesta, ya que los O*R*C*O*S no son muy inteligentes y tienden a seguir patrones de fuerza bruta, por lo que habían saltado hasta las ramas superiores de un árbol.

Una pequeña estrella nació del interior de la granada, creció hasta alcanzar unos 10 metros de diámetro, y vaporizó todo lo que estuvo a su alcance. Los gatos polarizaron sus ojos para no deslumbrarse, y rápidamente buscaron a Blanco.

Al Gato herido no le estaba yendo tan bien. Aunque había acuchillado repetidamente al O*R*C*O*S, ninguna de las heridas había sido severa y como los modificados no sufrían dolor, no mermaban en absoluto su capacidad combativa y, lo peor, Blanco sufría una extensa, aunque no muy profunda, quemadura en el pecho, y le sangraba la herida de la cola.

Sigilosos, Listado y Negro saltaron a la espalda de la creatura, clavaron al mismo tiempo sus armas en la base del cuello, lo que le restó el impulso necesario para dar el golpe final a Blanco, quien aprovechó el momento y acometió con una espada ancha y plana el cuello dañado del O*R*C*O*S hasta separar la cabeza del cuerpo.

Los Gato se miraron uno a otro, buscando heridas o parásitos que les pudieran haber dejado los organismos renovados, pero no encontraron gran cosa. Sin mediar palabra, prepararon sus armas de fuego y aguardaron.

V

Los cazadores de carne cayeron sobre ellos disparando y gritando. Los Gato barrieron la primera oleada de atacantes sin ningún problema. Los restantes, como siempre los más experimentados, se habían quedado atrás y buscaron posiciones desde las cuales pudieran hostigar a un enemigo mucho menor que ellos.

“Fue un ataque muy débil” –susurró Blanco mientras se aplicaba un ungüento sobre sus quemaduras. “Sólo quieren hacernos perder tiempo, es una táctica desesperada de las malditas H*A*D*A*S”, sentenció Listado, quien se masajeaba el hombro herido”.

“Puede ser”, aseguró Negro, quien fijaba la posición de uno de los enemigos con la mira de su rifle y lo abatía a casi dos kilómetros de distancia. “Puede ser”, siguió murmurando mientras buscaba otro blanco.

“Debemos buscar cómo salir de esta trampa, no tardarán en enviarnos horrores voladores, D/R/A/G/O/N o algún guerrero más inteligente que estos estúpidos”, sentenció Listado.

Algunos cazadores de carne se habían acercado y estaban muertos. Otros más habían sido alcanzados por Negro. Sin embargo, aún quedaban vivos unos 20, los más duros.

Absortos como estaban, no vieron las libélulas gigantes que se posaron encima de ellos y sus enemigos. Ni sintieron, hasta que era demasiado tarde, las redes inteligentes que caían sobre ellos, los atrapaban firmemente, y los subían hacia los insectos voladores. Lo que sí pudieron observar fue el fuego que caía sobre los cazadores de carne y los reducía a cenizas.

Luego, los tres Gato perdieron el sentido.


sábado, 10 de julio de 2010

H*A*D*A*S dos nuevas entregas

II
El silbido del viento en sus oídos portentosos les brindaba una calma y armonía casi infinita con la vida. Sus cerebros, gracias a millones de años de evolución, de muchas reconversiones genómicas y entrenamiento desde antes de nacer, apoyados en todos sus sentidos, daban las órdenes necesarias a los músculos para que fueran adecuando sus respuestas a las corrientes y sacaran el mayor provecho de las antiguas y confiables magias de la caída libre y el movimiento uniformemente acelerado; sus conjuros matemáticos fluyeron alrededor de ellos garantizándoles, si bien no una caída feliz, sí que llegarían a su destino.

Mientras las tres diminutas figuras ganaban velocidad y se alejaban de Ciudad del Aire, en esta sonaron las alarmas. Las H*A*D*A*S revolotearon nerviosas alrededor de los nódulos de información, despertaron a los dormidos guardias lanzaron lastimeros gritos de ayuda a miles de kilómetros de la región, de tal manera que alertaron a todos los D/R/A/G/O/N y a todos los O*G*R*O*S del continente e islas mayores y menores.

También pusieron en alerta a los cazadores de carne, a los traficantes de esclavos y a toda Gente y Animal armado y dispuesto a cazar tres gatos por la recompensa que obtendrían. Esta alarma era normal, pues desde hacía cientos de años muchos cazadores de recompensas merodeaban la tierra y el agua haciendo de mercenarios y caza recompensas para los señores del Aire. Era una mala práctica, despreciable incluso, pero era normal.

Lo que no era normal, sino de hecho constituía un escandaloso rompimiento de todos los tratados emanados en las guerras de los últimos 300 años fue el aviso a los Dispositivo Reconfigurarte de Acción Geotérmica contra Organismos Nocivos y a los Organismo Genéticamente Renovado de Observación y Supresión. D/R/A/G/O/N y O*R*C*O*S, las principales armas de las brujas contra Animales y Gente eran tabú para los reinos del Aire.

Sin embargo, seguramente los Gato hubieran opinado diferente. Para ellos, tanto unos, con sus rayos de fuego y torrentes de lava surgidos de las entrañas del planeta, como los otros, aberraciones nauseabundas casi imbatibles, pertenecían al mismo reino de las H*A*D*A*S, las brujas y otros malignos que nutrían sus bases de datos de información obtenida por medio de la muerte y la tortura,

III
A unos mil metros del suelo, luego de 9 mil de caída, los Gato frenaron desaceleraron bruscamente. Para casi cualquier otro ser vivo, natural o fruto de la Renovación, semejante acción los hubiera aplastado, pero no a ellos, para quien no significó mucho más que dolor de huesos.

Los tres Gato llegaron al suelo y, como ocurre proverbialmente con los de su estirpe, cayeron de pie, pero de inmediato rodaron sobre sí mismos. Las plantas y los árboles los golpearon bastante, pero todos vivieron.

Gato Negro fue el primero en despertar. Le dolían todos los huesos, órganos y músculos de su cuerpo de más de dos metros de altura, le sangraban los oídos y, lo más grave, había perdido la visión del ojo izquierdo. “Ya no estoy para estas cosas, no lo estoy”, --murmuró entristecido mientras se aplicaba algunos remedios nanotecnológicos. Gato Blanco despertó luego, en mucho mejor estado que Negro; sólo tenía algunas laceraciones menores, pero Gato Listado parecía no estar muy bien. Seguía desmayado y era evidente que el brazo derecho estaba, al menos, dislocado.

“No hacíamos estas cosas de jóvenes, no sé por qué ahora tenemos que hacerlas que ya somos viejos”, --siseó Blanco, mientras escaneaba el cuerpo inerte de su amigo. “Parece que está bien, sólo tardará un poco en despertar. Lo del hueso tampoco es gran cosa, sólo un tirón… ya está”.

Un poderoso maullido-rugido-imprecación acompañó esa reparación. Gato Listado despertó con todas las uñas fuera, listo para atacar, pero logró controlarse al ver los rostros de sus compañeros. Suspiró y sin decir nada más, comenzó a prepararse para el ritual de gracias a la Madre de Todos los Gatos por permitirles llegar con vida. Encendió tres varitas de incienso y con sus compañeros se sumió en las profundidades de la Contemplación Interior. Sólo saldrían de ellas al terminar o que algo muy grave pusiera en peligro sus vidas de manera inminente.

viernes, 9 de julio de 2010

H*A*D*A*S (primera de varias partes)

I

“Es una caída muy larga” –dijo Gato Negro al tiempo que estiraba su largo cuerpo para recibir mejor los rayos del sol que pintaban de amarillo las nubes donde estaba construida la Ciudad del Aire. “No más que otras”, --aseguró Gato Listado, quien metódicamente limpiaba las uñas de sus manos con un estilete.

“Fácil o difícil tenemos que hacerlo –opinó Gato Blanco--. No podemos seguir mucho más tiempo aquí”. Y eso era verdad, no podían. Persona K, la soberana de Ciudad del Aire, simplemente no soportaba a la gente gato. “Los detesto, me dan miedo, me dan asco, no sé por qué tienen que vivir aquí”, aseguraba a quien quisiera escucharla y, las más de las veces, a todo mundo, pues los privilegios del poder cuasi absoluto son muchos, entre los que se cuenta la obligación de que la gente ordinaria deba escuchar a sus reyes, emperadores y demás mandatarios.

“El problema es el maldito Perro Alfa Nico, desde que es consejero de la emperatriz K nuestra vida se ha hecho más difícil. Como todos los perros, nos odia por ser gatos”, siseó feroz Gato Blanco y sus ojos amarillos brillaron con una luz muy cercana al fuego.

“No, no estoy tan seguro de ello”, --opinó Gato Listado. “En realidad, Persona K siempre ha sido malvada, siempre ha odiado a todos los animales-gente. Ahora nos toca a los gatos, después será a los perros… recuerden lo que pasó con la gente vaca y la gente zorro”. Los tres gatos se estremecieron al recordar las largas filas de vacas de todas las edades subiendo a los barcos voladores que se alejaron hacia el norte, hacia las tierras de los comerciantes de carne y nunca se volvió a saber de ellos.

“Al menos, la gente zorra pudo defenderse” –recordó Gato Negro. “Pues si defenderse significa usar ridículos escudos de madera y espadas contra cañones y fuego de dragón, sí se defendieron”, apuntó irónico Gato Listado. “Recuerden, los mandaron a la guerra contra los ogros y tampoco se supo nada más de ellas”.

“La culpa la tienen las H*A*D*A*S. Desde que aparecieron por aquí no han hecho más que arruinar la vida de todos”, susurró nervioso Gato Listado. Los otros dos compañeros buscaron con sus penetrantes ojos la presencia luminosa de algún Hipotético Algoritmo Desarrollador de Acciones Siniestras, y respiraron tranquilos cuando confirmaron que no había nada cerca. Sin embargo, emitieron olores de advertencia que decían claramente que no se debía mencionar a las H*A*D*A*S, que es mejor ignorarlas, aunque todos estuvieran de acuerdo en que ellas eran las culpables.

O más precisamente, las culpables no eran ellas, sino las brujas que las soltaron en las ciudades voladoras con el pretexto que eran un regalo para celebrar la paz después de 300 años de guerras.

“Pues si vamos a saltar, hay que hacerlo ya”, expresó Gato Listado. “Sí, no tardan en llegar las tropas para atraparnos”, aseguraron al unísono los otros dos gatos.

Hicieron los últimos ajustes a sus altímetros, aseguraron las correas con sus equipos y sigilosamente subieron a la muralla que en ese momento sabrían que estaba desierta. La gente perro no era muy buen guardián de día, preferían dormir y dejar que el sol del mediodía calentara sus cuerpos siempre con frío, siempre recordando las estepas de donde habían surgido.

Diez mil metros no es un salto pequeño, ni siquiera para la Gente Gato, pero no quedaba alternativa. Silenciosos, como es la característica de todo su pueblo, se prepararon. Cada uno de ellos imploró a la Madre de Todos los Gatos, la deidad tutelar desde que cazaban ratas en las cuevas, que les permitiera ver el siguiente día. Abrieron bien los ojos y se lanzaron al vacío.