I Una visión apocalíptica
Furio Colonibo, en Últimas noticias sobre periodismo, parece preocupado por las “voces autorizadas que se alzan contra el periodismo”. Lo mismo cita a Murialdi que a Eco, a Tannen que a Chomsky. Habla sobre la manera en que los periodistas se han ganado “no sólo la desconfianza, sino también la repulsión”, del gran público.
Culpa de este fenómeno a la injerencia de los periodistas en los asuntos que investigan; también, a la banalidad de los medios. Sin embargo, y esto me preocupa, la elección de fuentes es, al menos, sesgada. Es cierto, por ejemplo, que Umberto Eco en el texto que cita habla de la manipulación, al igual que lo hace Chomsky. No obstante, confunde la industria moderna de los medios, caracterizada por grandes consorcios más interesados en la manipulación que en la información.
Asimismo, pierde de vista que junto con el descrédito que parecen tener muchos periodistas, las masas en Estados Unidos o México o cualquier país de América Latina siguen creyendo en muchos de ellos y en los medios. Compran periódicos, ven noticieros, los comentan… Sospecho que Colonibo ofrece una visión apocalíptica, pero no tanto basada en investigación de campo, sino en vivencias procedentes de la academia y la crítica.
II Como diría Carlos Septién García
En Los elementos del periodismo, Kovach y Rosenstiel hacen un recuento y llamado de atención hacia el periodismo de investigación entendido desde una perspectiva moderna. Un periodismo al que “nada humano le sea ajeno” y sirva no sólo de testigo, sino también de vocero, para que como decía también Carlos Septién García, “dé voz al que carece de ella”,
El periodismo, en la visión de estos escritores, debe tener una “función fiscalizadora” ante el poder; debe ser, como decíamos antes, foro de la sociedad donde se discutan los grandes temas y sea, ante todo, un puntal de la democracia.
Sin embargo, Rosenstiel y Kovach no dejan de señalar amenazas: bajo la tutela del dios inmisericorde de la audiencia, los medios pierden muchas veces de vista la experiencia, la vivencia, y optan por la novedad, el sensacionalismo, la extravagancia. Al igual que Colonibo, señalan un hecho innegable; a diferencia de éste, saben diferenciar el medio del ejercicio periodístico, no confunden elementos de significación.
Hablan también de algo que puede aplicarse a la realidad mediática de nuestros países. Los programas de polémica, ya sea con público “de la calle” o entre autonombrados expertos, se popularizan no tanto por el gusto del público, sino porque es llamativo y barato, tanto de producir, como en términos de resultados informativos.
III. El complejo Jethro Tull
Además del nombre de uno de los grupos de rock más influyentes de la historia, Jethro Tull fue un abogado inglés que inventó en los albores de la revolución industrial una cosechadora y luego terminó sus días lamentando el final del estilo de vida campesino que conocía.
Ignacio Ramonet, en La tiranía de la comunicación, actúa como el escocés. Por un lado, obtiene una gran audiencia gracias precisamente a los medios modernos y a la existencia de esa sociedad de la información que denosta; pero por otro, le gustaría más vivir en épocas pasadas, mejores y en muchos casos (como le ocurre a Sartori) no comprendidas en su cabalidad.
Evidentemente, todo cambio paradigmático, sobre todo en la acepción de Thomas S. Kuhn, trae descontroles y modificaciones a los estilos de vida. Se arrasa con elementos buenos, bonitos, valiosos y muchas veces se sustituyen con basura. Sin embargo, también se da el fenómeno contrario, también se posibilitan mejores y mayores logros para la civilización, la cultura, el ser humano.
Ramonet es semiólogo, pero no actúa como tal. No ve el todo, se olvida de la importancia de todo el sistema comunicativo y se queda sólo con partes que apoyan su discurso.
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