lunes, 19 de enero de 2015

Lagarto


El pequeño lagarto lleno de escamas de incontables tonos de verde se despereza lentamente. Estira las patitas como si hiciera un recuento de cada uno de sus deditos y de la punta de su cola. Da vueltas sobre sí mismo como la serpiente que casi es y me mira con sus ojitos redondos e inexpresivos. Yo lo cuido desde hace mucho y veo que no le falte agua, seguridad ni las moscas gordas tornasoladas que le encantan, así que creo que me quiere, o que, al menos, me reconoce.
El pequeño lagarto salta y me atrapa el pulgar, que muerde con gran fuerza. Sus dientes, blanquísimos y puntiagudos, llegan hasta el hueso o así me lo parece. Tan de improviso como el ataque, abre las fauces de dinosaurio pequeño y se enrosca para volver a dormir, lleno del sabor a óxido de la sangre. Pienso en deshacerme de él; no sé, matarlo, regalarlo, venderlo, tirarlo por el excusado para que se convierta en un legendario Godzilla, pero me enternece su perfección y su belleza. Lo dejo dormir. Sé que no tiene conciencia del daño en el sentido de que no le importa lo que yo, o cualquier otro, pueda sentir. Hace lo que se le ocurre en el momento, nomás porque sí. Su carencia de empatía, tan primitiva y salvaje, es uno más de sus atractivos.
El pequeño lagarto es hermoso; el pequeño lagarto es letal. Cuando me distraigo, se mete bajo la piel de la palma de mi mano y empuja hacia arriba. Su paso es casi indoloro porque deja una baba de hielo y menta que adormece los músculos. El animalito empuja morosamente hasta llegar a un lado de mi corazón, que mordisquea distraído. Las heridas se congelan y no sangran. Mi corazón se enfría y late cada vez más lentamente.

No puedo llorar, no puedo hablar; solo puedo morir, y lo hago en silencio, con frío, sin llamar la atención de nadie.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanto, que delicia leerte.

Abrazote y buena vibra.

JUANY dijo...

lo único que le falta al que yo tengo es morderme, gracias por la advertencia jijijijijij