sábado, 14 de agosto de 2010

QUINCE QUINCE QUINCE

XV

Esa noche, los Gato tuvieron visiones de un mundo gris, azotado por el viento y la nieve. Nada puede vivir en el exterior, pero abajo de la tierra formas de vida inteligente han creado ecosistemas que les permiten mantenerse en ese mundo agonizante.

No siempre fue así. En épocas remotas ese mundo estuvo lleno de vida. Las selvas amarillas sustentaban seres parecidos a los insectos y a los lagartos; en las llanuras y mesetas, las ciudades de metal en forma de crecimiento de hongos eran el dominio de la vida pensante, seres fundamentalmente incorpóreos sostenidos por metal vivo.

Sus pensamientos no pueden traducirse en nada que entiendan los Gato. Sólo se percibe odio, amargura…

Repentinamente, el planeta se enciende. El fuego recorre toda la superficie. Los océanos de hierven y se resecan, los selvas se carbonizan, las inteligencias mueren por millones. Sólo unas cuantas logran refugiarse bajo tierra, donde empiezan a mirar al espacio.

Pronto, agujas de energía y metal rasguñan el espacio en busca de nuevos mundos. No es la primera vez que lo hacen. Su historia es muy larga y siempre se repite.

Cuando llegan a Fantasía, que por supuesto para ellos no se llama así, detectan seres orgánicos con emisiones cerebrales, y eso los excita. Aunque no son comunes, ellos se han encontrado con otros en sus largos viajes y saben que pueden obtener placer cuando mueran, sobre todo si lo hacen lenta y dolorosamente.

Se establecen en un rincón del planeta, pero no pueden actuar de inmediato. Están exhaustos y tiene que recuperarse. Pasarán centurias, pero no tienen prisa, sobre todo porque mientras pueden saborear el dolor de los orgánicos. Algunos de sus exploradores espaciales se enfrentan, por primera vez en su historia, con otros vehículos espaciales y resultan derrotados.

Tampoco eso les preocupa. Cuando se fortalezcan, barrerán con los orgánicos y encontrarán el camino a los otros mundos que lograron entrever antes de ser destruidos.

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