XVI
Negro dormía ese sueño engañoso de todos los felinos que a veces los hace parecer muertos, pero en su cerebro se registraban decenas de impulsos, sonidos, cambios de la presión del aire. Todas las razas sabían que ellos eran los mejores guardianes nocturnos pues, a diferencia de los Perro, en realidad podían despertar en segundos del sueño más profundo completamente alertas.
Los Perro tenían fama de poder hacerlo, pero ellos mismos sabían que no era más que un engaño. Sólo los más entrenados podían lograrlo, pero con una efectividad que palidecía ante el poder de recuperación de los Gato. Sin embargo, esa capacidad se mantenía en secreto; los Gato preferían mantener la reputación de ser perezosos.
Una sombra se arrastró silenciosa y se colocó al lado de Negro, que dormía en la rama de un árbol. La figura clavó sus ojos redondos y negros en el cuerpo del Gato y se inclinó sobre él, hasta que con la punta de su pico rozó levemente el fino vello que cubría la cara del durmiente.
Volvió a incorporarse y sacó una larga daga de entre sus ropas. No hacía ningún ruido y se movía con extraordinaria lentitud.
Repentinamente, Negro movió el brazo derecho con una velocidad asombrosa. El Cuervo se quedó inmóvil; sobre su negro pecho se formó una línea roja diagonal que fue agrandándose. Luego, la mitad superior de su cuerpo se deslizó hacia el suelo, mientras que la inferior quedó sobre el suelo.
Todo el grupo se puso en alerta. Negro, frío e indiferente, miró con asco el cadáver del Cuervo.
Los Perro formaron un perímetro, pero no detectaron nada. Estaban preocupados. El Cuervo había atravesado todos los sensores sin accionarlos, parecía surgido de la nada.
Las leyendas decían que los Cuervo podían volar, pero nadie del grupo lo creía, lo que hacía más misteriosa la aparición de ese extraño ser. Nadie confiaba en ellos, vivían en un mundo extraño, lleno de rituales desagradables, lenguajes extraños sin vocalizaciones y esos ojos negros, redondos e inexpresivos que ponían nerviosos a todos los mamíferos.
Los Cuervo, además, muchas veces hacían trabajo para las brujas.
Revisaron cuidadosamente el cuerpo del Cuervo, buscaron entre sus plumas, en su ropa e, incluso, Rex diseccionó el cuerpo del hombre-ave, pero no encontraron nada.
Podía haber llegado solo, pero no era lógico. Estaban en territorio de brujas y cualquier ser vivo corría peligro en él.
Jefa conferenció con Listado, aparte de todos. La Perro y el Gato platicaron largo rato, mientras sus compañeros los observaban, hasta que por fin, regresaron y dieron instrucciones para que siguieran durmiendo.