domingo, 13 de septiembre de 2020

 

Reflexiones sobre un regreso a clases nada normal

Para Valentina Páramo

 

Por Gabriel Páramo

 

I

Regresar a clases en tiempos de pandemia es uno de los mayores retos que como sociedad enfrentamos en estos días. Para empezar, significa encararnos a algo nuevo, a algo que no habíamos visto en nuestras vidas. Los tiempos post y durante pandemia son inéditos y la campaña de “regresar a la nueva normalidad” se ubica en el mismo plano de “tu perrito ahora juega con otros perritos en una granja enorme” o “tu abuelita te mira desde el cielo”. Suena bonito, resulta esperanzador, pero es falso y encubre una realidad mucho más siniestra.

Creo que la vida urbana, como la conocíamos antes, está sufriendo un cambio brutal. A lo que “regresaremos” es a un nuevo mundo, diferente y más complejo, un nuevo mundo al que seguramente nos adaptaremos y, con el tiempo, tal vez obtengamos beneficios, pero de momento el resultado son pérdidas.

II

La pandemia nos tomó mal preparados. Un sistema de salud desecho, una economía deteriorada y poca confianza en nosotros como sociedad. En el ámbito educativo por supuesto la situación es similar. A millones de niños y jóvenes en edad escolar que no asistían a la escuela, o lo hacían en condiciones deplorables, sumaremos el hecho de la necesidad de la educación a distancia. Simplemente, no estamos preparados tecnológicamente para ella, pero es necesario emplearla.

Cierta universidad pública que estimo pide a sus aspirantes que se aseguren de tener una conexión suficiente y estable durante el proceso del examen de selección. Dejando aparte la gran cantidad de gente que no tiene acceso a ningún tipo de red, pedir que los aspirantes se responsabilicen de eso es como pedir a la gente que no se exponga a ningún agente cancerígeno en toda su vida. Simplemente es algo que está fuera del control no solo de los individuos, sino de muchas instituciones en el actual modelo social.

Las universidades carecen, en su mayoría, de redes suficientes y confiables. Los individuos también y no me imagino pidiendo a Telcel o al maléfico Soros que por favorcito no sean gachos y de perdida cumplan con el servicio que estén pagando y que la red no se caiga o satura mientras hacen su examen.

III

Por otro lado, tenemos el mismo regreso a las aulas. Los planes de sana distancia suenan bien bonitos precisamente por su irrealidad. Salones con poquita gente, separados, con limpieza profunda después de clase, áreas ventiladas… cuando la mayoría de las escuelas carecen de papel de baño o jabón.

Conozco gente inteligente, preparada y sensata que ha decidido que sus hijos e hijas dejen de estudiar en los sistemas escolarizados al menos durante el siguiente ciclo escolar. Los jóvenes seguramente podrán aprender mucho por su cuenta, pero por desgracia no tenemos un sistema educativo que valore esos conocimientos. O en la escuela o fuera de ella.

Creo, también, que es momento de reflexionar acerca de las prisas por volver a las escuelas y de darnos cuenta que lo educativo no es el único factor. En un país donde los sistemas de apoyo a las familias, si no son internos (familiares), no existen, las escuelas son también el lugar donde los hijos pueden estar al menos durante parte de las largas horas de trabajo y traslado de padres y madres. No es la función de las escuelas, claro, pero es la realidad.

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