Una noche mirábamos el cielo lleno de estrellas de
Guelache. "Esas que se ven casi en el centro forman El Soplador", me dijo señalando
hacia lo que yo conocía como Orión
desde que mi mamá me mostró las constelaciones.
"¿Por qué Soplador?",
pregunté con ese tono tan “occidental” que me sale a veces, y --¡ay de mí!--
empecé con una disertación: “Se llaman…”. Me observó como siempre, con asombro
y un poco de lástima por desconocer yo asuntos tan elementales, y me explicó
con cuidado, con delicadeza incluso, que se trataba de la imagen de un soplador
para las brasas. "Como el que usamos todos los días para avivar la lumbre,
pero de palma".
Seguimos viendo el cielo en silencio Ahora, años después y desde otro
sur, miro esas mismas estrellas que desde esa noche tienen sabor a tortillas,
quelites y frijoles negros recién hechos.
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