jueves, 30 de junio de 2011

Soy lluvia

La lluvia golpea las paredes de la casa, las hojas de los árboles, el piso y el techo de lámina. Al principio, el ruido es molesto, pero poco a poco uno se va acostumbrando a él.


Como las absurdas cargas de infantería de la primera guerra, oleada tras oleada de gotas intentan vencer la resistencia de ladrillos, metal, madera y vidrio, con la ciega certeza de los generales de que tarde o temprano vencerán la resistencia, siempre y cuando sea posible sacrificar miles de atacantes.

Acostado en el sillón, enfundado en la bolsa de dormir que utilizo para ahorrarme cobijas y sábanas, escucho la lluvia. Cuando se oye sin cuidado, el sonido parece rítmico; si se le pone atención, uno se va dando cuenta de las diferentes cadencias, de los sonidos individuales que hacen las gotas al reventar, del susurro de los meandros que se escurren por las paredes, del sisear de los minúsculos arroyos que se hunden en la tierra.

El agua se cuela por las uniones de las láminas, por pequeños agujeros. A veces, me caen gotas en la cara, en el cuerpo. Poco a poco, las palabras que se ocultan en la lluvia van entrando en mi cuerpo, van poseyendo mi alma. Veo los inmensos palacios de cristal habitados por los seres del agua y las pequeñísimas perlas de vidrio con las que las arañas tejen sus telas, floto en los fríos torrentes que circulan entre las cavernas de diamante del fondo de la tierra, mi mente se disuelve, los recuerdos por fin se van deshaciendo, por fin me van liberando.

El agua y yo somos uno. Fluyo con ella. Lentamente, empapo la bolsa de dormir y chorreo hasta formar un charco debajo del sillón, en la esquina de la habitación. Algún día, alguien entrará en el cuarto, y sólo si es muy perspicaz, se dará cuenta de un ligero olor a humedad, lo único que quedará de mí en el mundo lejos de la lluvia.

2 comentarios:

Adriana del Moral dijo...

Me gustó. Apropiado para estos tiempos tan llovidos. Antes odiaba la lluvia, ahora la tolero mientras no haya temperaturas bajo cero. Frío y lluvia es castigo de dios. Su azote lo conocí en Madrid, jajaja. Gracias por la charla en mi casa. Me ayudaste a entender mis pleitos estilo "Friends", jajaja, y a entender que hay amistades que sólo pasan, como el río. Otras, como tú, se quedan. Abrazo.

G. Páramo dijo...

Yo lo conocé en Mexicali, Toluca, Chihuahua y algún otro lugar, que ya no recuerdo.

Gracias a ti por tu amistad. De veras es importante para mí.