miércoles, 1 de junio de 2011

Añoranza

Está lloviendo. Es la primera lluvia en no sé cuánto tiempo. El agua cae con fuerza, empapa el piso arenoso, moja las paredes resecas de la casa y despierta ciertos olores que yo suponía olvidados o, al menos, lo suficientemente escondidos para hacerme a la idea de que ya no existían.

Los perros estuvieron mirando recelosos la lluvia durante largo rato; después, se gruñeron un poco entre ellos y al final, se durmieron, aunque tienen sueños intranquilos que los hacen gemir y llorar suavecito .

Yo también miro la lluvia con recelo. Ya no me gusta que llueva, porque me recuerda cuando hacíamos el amor y yo me deleitaba lamiendo tu sexo durante horas, siempre me pareció que sabías a lluvia.

Y, ahora que llueve, vuelvo a pensarlo.

Ya sé lo que me dirías: ¡Qué ridículo eres! ¡De veras que no sé de dónde puedes sacar tanta mamada! ¿Qué tiene que ver la lluvia conmigo o con lo que te imaginas? Luego te reirías mucho, y seguramente terminarías contagiándome la risa, porque a pesar de todo, te gustaba que te convirtiera en lluvia, y a mí siempre me gustó tu risa.

Bueno, creo que todavía me gusta. Es lo bueno de saber que las relaciones no son para siempre, que tienen fecha de caducidad. Así estamos bien… bueno, casi siempre, salvo estos momentos en que llueve y la boca se me llena de tu sabor.

Los perros están cada vez más nerviosos. No creo que tarden en despertarse; ellos nunca te quisieron demasiado, ni tú a ellos. Tal vez la lluvia también les haga acordarse de ti.

Sólo espero que no se les ocurra salir a rascar la tierra mojada. Capaz que en una de esas te encuentran y no creo que fuera algo demasiado agradable para ninguno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El texto me parece sublime, tierno,sexoso y. . . el final tiene ese toque raro de herida enterrada pero con sangre fresca

Anónimo dijo...

como recuerdo la vez que me enseñaste ese cuento...es deliciosamente malvado
jany