La alfombra está sucia. ¡Puta madre! La pinche alfombra de este hotel pretencioso y caro está sucia. ¡Carajo! Bueno, a ver si me acuerdo de no caminar descalzo.
Realmente, lo único que quiero luego de siete horas en carretera es un litro de agua mineral y dormir, nada más. Ni siquiera un sándwich de queso me haría cambiar de opinión.
Hace calor y no me dieron control remoto para la televisión. No importa, que se quede en el canal del pasito duranguense para que me arrullen los lamentos de amores incomprendidos. ¡Ah! Pero lo tengo prohibido… bueno, no importa, no creo que nadie se entere.
Me empiezo a quedar dormido…
¿Quién me está golpeando en la cabeza? ¿Dónde estoy? ¿Por qué hace tanto calor? Ah, ya recuerdo, no es mi cabeza, eso era en un sueño donde miles de muñecas diminutas me golpeaban con sus puños minúsculos y me reclamaban por qué no les hacía caso.
Están tocando la puerta. ¡Mierda! Olvidé la pinche alfombra sucia y volví a pisarla. Espero que no sea nada infectado o que me vaya a contagiar de algo. Sería no sólo irónico sino incluso ridículo que luego de mi forzada abstinencia terminara con alguna enfermedad venérea.
--Ya voy, carajo, ¡ya voy! --grito hacia la puerta que parece caerse. Las manitas de las muñecas se convirtieron en dolor de cabeza.
--¿Qué pasa, qué quieren? --pregunto junto a la puerta.
--Buenos días, caballero, ¿o serán tardes? --responde una voz odiosa –vinimos a limpiar su alfombra…
--Venimos, es venimos --les digo.
--Perdone, caballero, no lo entiendo…
--Que se dice venimos a limpiar, no vinimos, pero no importa. Pero, ¿cómo que vienen a limpiar la alfombra? ¿Me van a pasar a otra habitación?
--Bueno, no me dieron esas instrucciones, pero debe salirse un rato, una hora o dos, nada más.
--¿Y mientras, qué hago?
--Eso no lo sé, caballero, yo sólo vengo a limpiar al alfombra, y si me abre la puerta porque se me está haciendo tarde…
--Le abro, madres, primero voy a llamar a la recepción para que me cambien de cuarto.
Regreso a la cama pisando la alfombra que ahora no me parece tan sucia, descuelgo el teléfono que está en el buró.
“Good afternoon, welcome to the reception of the San Pablito Inn…”
Entre la extrañísima pronunciación mezcla de inglés de academia corriente y anunciadora de vuelos de aeropuerto y la elección de palabras propias de alguien no muy versado en el idioma, me olvido de la razón de mi llamada, pero otra vez los golpes a la puerta me despiertan del ensueño.
--¡Hey! ¡Caballero! ¿Sigue ahí? Mire, algunos de nosotros sí tenemos trabajo y no podemos estar perdiendo tiempo…
--¡Carajo! Espere a que resuelva el asunto de la habitación --le grito en un tono mucho más feroz que mi verdadero enojo-- y vuelvo al teléfono, que ha seguido dándome saludos e instrucciones en un inglés bastante curioso.
Marco el 0 y espero. Responde una persona, afortunadamente en español, a quien le explico el asunto del lavado de alfombras y la necesidad que me cambien de cuarto, o que hagan su aseo cuando yo no esté.
--Mire, caballero --me explica con esa voz ISO9000 aprendida en curso de asertividad para gerentes que ahora tienen casi todas las personas que atienden gente en empresas multinacionales--, nuestros estándares de calidad cerificados internacionalmente nos permiten dar a nuestros huéspedes los mejores niveles de estatus y calidad en nuestros servicios, razón por la cual hemos enviado a nuestro experto en sanitización a llevar a cabo un procedimiento de higiene en la alfombra de su habitación, motivo por el que…
--Ya, ya, eso lo entiendo. Lo único que le estoy pidiendo es que me dé otra habitación y que limpien la alfombra a gusto…
--Es que eso no se puede, caballero…
-¿Cómo que no se puede? ¿No tienen cuartos disponibles? Si es así, esperen a que salga en la tarde para que limpien…
--Es que eso no se puede, caballero…
--¿Por qué?
--Nuestro procedimiento estandarizado a nivel mundial nos indica que la sanitizaciòn de la alfombra debe hacerse precisamente ahora; de hecho, ya lleva un retraso de cuatro minutos, mismos que se le descontarán a nuestro técnico especializado…
--Ya, ya, no me importa su maldito procedimiento. O me dan otra habitación, o se lo meten por el culo, me da igual, pero dejen de molestarme…
--Caballero, no se moleste y no me ofenda, simplemente…
Colgar el teléfono funciona como argumento contundente. Me asomo por la mirilla de la puerta y veo al limpia-alfombras, chaparrito, calvo, de bigotito. Parece nervioso.
--¡Váyase al carajo! –le grito--, no va a limpiar esta alfombra, al menos, no mientras yo esté aquí.
Me regreso a la cama, no sin antes pisar alguna cosa asquerosa que se oculta en el tejido de la alfombra, enciendo el televisor y vuelvo a quedarme dormido.
Sueño que un ejército de chaparritas está haciendo un censo estandarizado mundialmente de la cantidad de mujeres con las que he dormido. Por alguna razón, esa pregunta me angustia y quiero escaparme de ellas, pero me persiguen por todos lados aprovechándose de su minúsculo tamaño que les permite escabullirse por cualquier rendija. Me tienen acorralado cuando tocan la puerta…
¿Tocan la puerta? ¿En el sueño? No, no es en el sueño. Despierto en el preciso momento en que dos enormes guardias privados de seguridad irrumpen en el cuarto y me inmovilizan. Otros dos recogen todas mis cosas, mientras una empleada alta y a todas luces ejecutiva me dice:
--Este es el procedimiento estandarizado de calidad número 13,684, diseñado para garantizar el sanitizado de habitaciones de acuerdo con la normatividad mundial. Como usted se ha opuesto, nos vemos obligados a desalojarlo de estas instalaciones. Esperamos que no lo tome como algo personal y se sirva llenar la encuesta de servicio que se le entregará en breve. Buenas tardes.
No recuerdo mucho del proceso de desalojo, pero terminé con las costillas maltrechas, un ojo morado y me sangra la nariz. Ahora estoy en una habitación pequeña, de cemento, con una ventanita con barrotes. La puerta está cerrada y no tiene chapa, pero al menos hay un catre limpio y el piso desnudo no tiene alfombra que limpiar.
Me acuesto y cierro los ojos. Nadie me persigue, nadie me pega. En realidad, me siento en paz…
3 comentarios:
Suena como a hotel del centro... esa alfombra roja era un verdadero asco.
El texto no menciona que la alfombra sea roja... ¡ah! perdón, tal vez era un comentario de índole más personal.
TRC
Taaaan tú, me gustó.
Por eso me mejor quedo en hoteles de tres pesos, le pongo nombre a las cucaharachas y observo la fauna de los baños.
Te dejé en mi blog algo a falta de mujeres, autos o joyas (bueno, sí tiene algo de joya).
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