México, como prácticamente todo el mundo, vive en un nuevo orden mundial caracterizado por una globalización salvaje y depredadora que, en teoría, promete llevar las mismas oportunidades a todos los pueblos, pero que en la práctica, marca de manera brutal zonas, estilos de vida, maneras de consumo.
Se libró una guerra y hay ganadores y vencidos. Estados Unidos, Japón, muchos de los países europeos imponen sus reglas; los demás, apenas serán la cocina de los desarrollados, de la manera como Douglas Coupland lo expresa en la novela Microsiervos:
“Susan ha dicho: <<¿Se han dado cuenta de que en Star Trek nadie va de compras? Es una sociedad totalmente posdinero. Si quieren un plátano, fotocopian uno en el replicador. Pongan a Malaisia o a México en el replicador, conviertan Palo Alto* en el puente de mando y ¡Zaz!: AHORA MISMO=STAR TREK.>>”.[1]
México no sólo ha quedado en el papel de “país-cocina” sino que gobernantes, industriales y políticos locales se esfuerzan en que no haya salida alguna. No obstante, a países como México pareciera que no les queda siquiera el consuelo de una vida “más sencilla” pues al igual que adquieren las nuevas enfermedades “del desarrollo”, como cáncer, diabetes o coronarias, se contagian de males tan odiosos como la intolerancia, la xenofobia y el racismo.
Las siguientes tres fotografías pretenden mostrar, de manera rápida, como muchos mexicanos se asumen gustosos en el papel de ese “replicador” para los países que ocupan los puestos de liderazgo en este nuevo orden mundial.
Primera fotografía
Tajín, Veracruz, sitio arqueológico impresionante, sobrecogedor, patrimonio de la humanidad según
Tajín, Veracruz, zona arqueológica vedada a los totonacas quienes si quieren participar de las migajas que les brinda el turismo deben hacerlo pegados a la malla ciclónica que les impide el paso. “Es que si los dejamos entrar ensucian, dan mal aspecto, destruyen…”, en suma, arruinan ese aire Adventure Disney World en que una globalización voraz impulsada por el lucro ha convertido los lugares interesantes del mundo.
Claro, uno podría preguntar --y sería calificado como “ingenuo”, “nostálgico” e incluso, horror de horrores, “populista”-- ¿no deberían ser, precisamente, los indígenas, los principales beneficiarios de la riqueza arqueológica del país? Porque no se trata de que señoras ataviadas con trajes típicos vendan naranjas, sino que las comunidades a las que pertenecen sean las beneficiarias del dinero que el turismo deja en ellas.
Segunda fotografía
Por las calles principales de Cuautla, en el estado de Morelos, un cortejo formado por campesinos, gente de pueblo, mujeres, ancianos, niños, acompaña los restos de Mateo Zapata, hijo menor de Emiliano Zapata, hasta el palacio municipal, el monumento a su padre y, finalmente, al modesto cementerio de la ciudad.
La semiótica nos ha enseñado que no sólo es importante lo que está, sino también lo ausente, y en esta celebración, está ausente la figura de las autoridades. No hay representante de la presidencia de
Zapata ya no es Zapata. En el mejor de los casos, la caricatura metrosexual que encarnan cantantes ranchero-pop fabricados por las televisoras; en el peor, otro pinche indio mugroso que lo mejor que hizo fue morirse.
En el panteón municipal de Cuautla, pero afuerita, alejado de los dolientes cargados de flores, cargados de problemas, cargados de frustraciones que acompañan al último que los ligaba con el jefe, el presidente municipal de Cuautla responde, distraído, preguntas de reporteros locales sobre cuestiones que nada tienen que ver con la vida o personalidad de Mateo Zapata. El fallecimiento y el entierro ocuparon pequeños espacios en los medios locales, pero los nacionales tuvieron mejores cosas que reseñar, como escándalos de artistas, horóscopos, futbol y dietas mágicas.
Una vez más, desde la perspectiva de un nuevo orden mundial global, es explicable este desdén por la vida y muerte de un agrarista, cuando el discurso nos ha repetido machaconamente que el país requiere “modernización, industrias, transgénicos y no quedar en el pasado que representan campesinos premodernos y poco productivos…”
Meses más tarde muere en Tlaltizapán, Morelos, don Luis Capistrán, hijo de un general zapatista que llegó a gobernador del estado. El presidente municipal manda un recado: “lo que se ofrezca” --al prometer no empobrece-- pero está muy ocupado y no puede ir al velorio, que se celebra como debe ser, a media calle, con banda, café, pan, tortas de pierna picosísimas y niños jugando futbol. Para qué ir, para qué molestarse, el muerto no era político ni, mucho menos, empresario. Un simple campesino más, enfermo y desesperanzado, como gran parte del campo mexicano.
Tercera fotografía
Cualquier tarde, en cualquier ciudad de México, la televisión transmite su contenido a millones de personas. En ese contenido, llama la atención la cantidad creciente de anuncios de cremas y otros remedios que prometen aclarar la piel de las personas, eliminar de su tez las impurezas y el color oscuro producto de la contaminación.
Aseguran que al aclarar la tez se perderán complejos, se adquirirá belleza. Lo oscuro es como una enfermedad, es impuro, casi una maldición, pero la ciencia “del hombre blanco” en un renacido cliché ofrece una solución a personas que realmente desean el éxito, que de verdad quieren diferenciarse en un país que alguna vez hablara con orgullo de su mestizaje, que imprimiera la divisa vasconceliana en el escudo de
El ansia de palidez es patológico. Además, a medida que aumenta la búsqueda de pieles sin melanina, se agrava el desprecio hacia quienes la tienen. Es más que un secreto a voces que en México, en antros y restaurantes, hoteles y centros vacacionales, se discrimina al moreno, al que no se ve “de clase”. Es evidente, he presenciado cómo, en algún spa exclusivo y escondido, se permite la entrada de un güero chamagoso, pero con aire extranjero, y se ahuyenta a un mexicano típico sin importar --ironía de ironías-- que el primero sea absolutamente mexicano y no traiga un centavo y el segundo, ciudadano estadounidense, esté dispuesto a dejar muchos dólares en el lugar (después vendrán los “I’m sorry”, pero por lo pronto, se ejerció la afrenta de la discriminación).
Dice Enrique Krauze en su ensayo “Problemas y no problemas”[2], que los mexicanos deberíamos contar nuestras bendiciones y añade:“México tiene muchos problemas pero también muchos no problemas. Uno de ellos es el étnico”. Luego de esta afirmación, el autor nos pide que preguntemos qué es el racismo “a un judío superviviente del nazismo, a los huérfanos y viudas de Bosnia o alguno del medio millón de negros que marcharon hasta el Capitolio en Washington”. Sin embargo, con el respeto que merece el autor, esta afirmación es tan simplista como decirle a una mujer golpeada por un marido: “no te quejes, esto no es violencia familiar; si quieres sabe lo que es violencia, pregúntale a una mujer al borde de la muerte”.
El México de hoy se está reforzando con gran ímpetu el cáncer del racismo de “baja intensidad”, como lo denomina el investigador Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, porque ahora tiene el apoyo de los grandes empresarios de la comunicación y la mercadotecnia, a rendir homenaje a los rubios. Ya no es ni siquiera de mal gusto halar de “prietos feos” o “nacos”; ahora, es común escuchar comentarios como el que se expresó en cierta universidad particular: “¡Qué horror! tengo el gen naco; nomás me da tantito el sol y me pongo prieto”.
“Ya pasaste de moda gata... hoy en el canal SONY apareció la serie Sarah Silverman Program que trata de una chava como tú, que para todo quiere ser asquerosa y mala tan sólo porque es tonta jajajaja, hasta físicamente te pareces a ella, pero tú en naquita...” le dice un lector a la autora de un blog para insultarla con la idea de que no podemos ser gringos ¡cómo va a ser! sino apenas una triste copia pirata, morenita, feíta, pues.
Una vez más, madres y abuelas buscan con ansias los cabellos rojos, los ojos “de color” --como si el café implicara su ausencia--, las pieles pálidas en hijos y nietos que, si las tuviesen, indicarían serios problemas de salud… o la existencia de relaciones extramaritales, todo para parecerse mejor a los anuncios globales de prendas y artículos fabricados en China con marcas europeas o estadounidenses.
“No es racismo, es clasismo”, claman algunos. “Si hasta la virgen de Guadalupe es morena”, dicen otros. “Hasta presidente indio tuvimos”, recuerdan los memoriosos. Pero todos olvidan que en México, clasismo es racismo porque lo güero, lo blanco se relaciona con la capacidad económica, el poder, las posibilidades de salir de la miseria. A Cristina, la indígena náhuatl del Estado de México que aprendió español a los 17 años, sus hijas le prohibieron, terminantemente, que hablara como india. “¡Ay, mamá! ¿Qué no te das cuenta que nosotros ya no somos así, que ya tenemos casas, que fuimos a la escuela…?” Olvidan, también, que la virgen morena, como la llaman los cursis y la televisión (¿qué no son la misma cosa?) no tiene rasgos indígenas, que la invención adoctrinadora (¡perdón, quise decir “el milagro del Tepeyac!) no llegó a tanto, y que a Juárez, sus enemigos siguen diciéndole en el siglo 21 “pinche indio oaxaqueño”.
Nos negamos a ser mestizos, porque lo mestizo duele, y hacemos todo lo posible para convertirnos en una copia pirata precisamente de quienes nos desprecian.
2 comentarios:
Precisando…. ASÍ SERÁ LA TRAMPA ELECTORAL DE CHÁVEZ, que a Zelaya, que prácticamente lo quieren solo tarifados y muy pocos ingenuos en Honduras, ni siquiera su propio partido, y Chávez con su milagroso material electoral, lo iba a poner a ganar. Las autoridades Hondureñas deberían investigar cuidadosamente ese material electoral enviado por Chávez, contenido en los aviones venezolanos, y los documentos confidenciales de Zelaya. Para desentrañar de una vez la cómplice, mediática y falsa democracia de Venezuela, EEUU, la OEA, UE y ONU y su delatadora e inaudita unanimidad actual contra Honduras; todos estos presidentes de derecha e izquierda son verdaderamente un bloque, títeres y sumisos, solo a los intereses de las corporaciones mundiales y a la instauración del caos en sus propios países, en nombre de un supuesto polo político. Conspiración confesada por el presidente Kennedy, días antes de que el chofer de su limusina o la propia CIA lo ajusticiara por declarar que iba a develar este complot al mundo; confabulación que tiene como propósito destruir todos los aparatos productivos nacionales americanos, para que a través de una ruina o demolición total, como sucedió en las guerras mundiales, “las benévolas” corporaciones “ayuden” a toda la América, apropiándose de todos sus bienes colapsados y den paso a su mercado monopolista o nuevo orden mundial en América, como casi es ahora en Europa. ARRIBA HONDURAS!!!!! Y que se nombre el 28 de junio: DÍA MUNDIAL DE LA CONSTITUCIÓN.
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