Es claro lo que decía el griego aquel. La vida es un río y sus aguas no son las mismas. Es cierto, pero no es exacto. Metes los pies y sigues sintiendo frío, los mosquitos te saludan y en general te sientes bien.
Las aguas no son las mismas, pero el río que es la vida sigue fluyendo y trae todas esas cosas que valen la pena. Los llantos de los bebés, las risas de los niños, el ladrido de los perros...
Los que se han ido nunca regresan, es cierto, pero otros ocupan sus lugares. Incluso, uno mismo de repente está en el papel de ese abuelo entrañable al que no se ha dejado de extrañar un solo día y la hija amada se sobrepone a la imagen que se desvanece de la madre que tanta falta nos hace.
Por eso, ahora hundo mis pies en el río, toco con ellos las piedras del fondo, cierro los ojos y sé que soy parte de la vida de todos.
Eso hace que me sienta contento, muy contento.
3 comentarios:
Pinches griegos. Justamente ayer vi este jale analógico sobre los ríos y la vida.
Creo que yo no solo metí los pies, sino todo el bendito cuerpo... y el agua estaba re fría.
...esos llantos, esas risas y esos sonidos que, como dices, son la vida que se nos anuncia y nos impulsa a seguir andando, a seguir riendo, a seguir llorando, a ser, y nada más.
Recuerdo que hace mucho también hundí mis pies en un río y, a pesar del frío, me sentí feliz, ahora entiendo por qué.
Me gustó mucho tu post. En un tiempo que hoy me parece lejano me hice fan de Heráclito el oscuro y cuando vi un cuadro de Rothko me volví a obsesionar con lo del río. La vida no te quita nada sin darte. Me alegra que sepas descubrir en todo esto la pérdida con su ganancia. Las cosas son así, y pasan y no vuelven a pasar.
Te quiero.
Publicar un comentario